ACTITUDES SALUDABLES

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“... todo aquel que es de la verdad, escucha Mi Voz” (Juan 18,37)

ACTITUDES SALUDABLES:

En la salud mental intervienen múltiples factores. No todos son conocidos ni susceptibles de tratamiento. Dentro de los factores en cuya mejora podemos intervenir, con la ayuda de Dios, están las actitudes de vida de la persona.

El ejercicio de unas actitudes de vida sanas puede curar por sí solo por un mecanismo meramente natural el malestar de una persona derivado de una determinada sintomatología o trastorno, o bien, en el caso de existir una enfermedad propiamente dicha, puede colaborar beneficiosamente en su evolución, o en cómo uno se adapta constructivamente a la misma; en cualquier caso, favorece la salud y el desarrollo óptimo de las cualidades de la persona.

Estos folios pretenden servir de reflexión sobre las actitudes de vida que tenemos y que queremos tener.

Dentro de las actitudes sanas tenemos:

1.Sentirse responsable de aprovechar la propia vida:

Hay una cosa en la que sí podemos colaborar y es en hacer nuestra parte a la hora de aportar lo máximo con las cualidades, limitaciones y circunstancias que tenemos. Uno no lo puede todo, pero puede poner de su parte, al máximo, para obtener el máximo rendimiento a sus cualidades y circunstancias y esto sólo se lograría cuando la buena intención hacia los demás (incluyendo a todo el mundo) se antepone a los intereses particulares; por esta vía, uno se adaptaría de la mejor manera y le encontraría un sentido a cualquier circunstancia externa por adversa que pareciese, ya que el objetivo no es uno mismo ni los suyos, sino que es el bien de verdad.

Hay que ser consciente de la responsabilidad que cada uno tiene en el aprovechamiento de su propia vida. No es sano que una persona adulta crea que depende de las circunstancias externas (que se crea indefenso frente a las circunstancias, creyendo que éstas mandan en su vida, o, lo que es lo mismo, que se sienta irresponsable de su vida). Sentirse responsable de la vida no es lograr unos determinados resultados, sino que es colaborar en aportar lo máximo con lo que uno tiene.

Cada uno tiene que ser consciente de que de él depende directamente el colaborar en su propia parte con respecto a cómo afronta la vida en general y cómo responde ante cada situación. Sería una osadía pretender controlar todo lo que sucede en el mundo, pero hay una cosa que sí depende de cada uno y es colaborar en hacer el máximo bien con la propia vida (disponiéndose a aprovecharla al máximo).

2. En relación con lo anterior: de lo procedente de todas las personas humanas, el mayor daño o el mayor bien nos lo hacemos nosotros a nosotros mismos.

El mal fundamental no viene de fuera sino de dentro, de dejar de colaborar en hacer aquello que podríamos hacer de bueno, pero se puede dejar de hacer porque se piensa, falsamente, que eso no interesa personalmente al no satisfacer los aparentes intereses egoístas.

Muchas personas pueden decir: “eso no lo hago porque no sirve de nada”, refiriéndose a sus intereses egoístas; si se tiene una intención generosa, sí se podría ver su utilidad, ante una acción buena y oportuna. Lo que no garantiza efectivamente una acción buena es el logro de un beneficio particular concreto (sí garantiza, como cualquier acción desinteresada, un bien real de la persona que colabora en ello). Por el contrario, todo el mundo sabe que el que quiere hacer algo se complica con respecto a los intereses mundanos; pero hay que saber que la complicación que viniera por la vía de una buena acción sería una complicación de la buena, de la útil, tanto para uno mismo, como para los demás, al contrario que la complicación secundaria a una mala acción.

3. Como objetivo de vida, en general, es más sano tener la intención de aportar el máximo bien que uno pueda, que tener la intención de beneficiarse superficialmente a uno mismo o a los suyos.

Curiosamente cuando uno piensa en hacer algo de forma auténticamente generosa, colabora en hacer lo máximo por su familia ya que le transmite esa generosidad. El que sólo piensa en los suyos, le hace el peor de los daños, los educa en el egoísmo, es decir, los maleduca, y luego no podrá sorprenderse de que el egoísmo del familiar adopte una forma diferente al propio.

El afecto a la familia lo da la naturaleza, pero la calidad de amor a la familia está en relación con la calidad de la propia vida. Si una familia se encamina como objetivo final de vida a lo que pudiera considerar el interés de los suyos, tendrá afecto a su familia, pero no se encaminará a su auténtico bien, sino que se encaminará a bienes más superficiales y la educará en formas de vida también interesadas que no le guían bien. Así puede encaminarse por ejemplo a que no les falte de nada y hacia que estén cómodos o a que también trabajen para ellos mismos. Si una persona antepone el aparente bien de los suyos al bien real de todos y de cada uno, hace daño a los suyos y a sí mismo.

Una actuación desinteresada de los intereses particulares es claramente ventajosa; favorece una mente más creativa y capaz, se produce un mayor desarrollo de las cualidades y superación de limitaciones, produce tranquilidad, pasos seguros, no da lugar a arrepentimientos innecesarios, ya no se cae el mundo en un día ante una contrariedad externa, por dolorosa que sea, y se es mucho más eficaz, además de otros muchos beneficios imperecederos.

A la hora de afrontar la vida y los acontecimientos uno puede esforzarse y estar pendiente de ir haciendo, con la mejor intención, su parte en hacer el bien, haciendo la Voluntad de Dios, todo con la Gracia de Dios (poniendo la seguridad en Dios y en Su Palabra), lo cual permite adaptarse de la mejor manera a cualquier situación que pueda traer la vida; o bien podría uno centrarse y poner su seguridad en la obtención de unos resultados concretos, los cuales no dependen completamente o directamente de la propia actuación, con lo cual tendría un enfoque que no le llevaría a fijarse en su propia actuación para mejorarla, teniendo un enfoque auténticamente generoso, sino que con ello se guiaría por sus intereses egoístas.

Tenemos unas necesidades materiales pero éstas no nos sirven como enfoque o dirección vital. Con una dirección vital mucho más generosa sería improbable que quedasen las necesidades materiales sin cubrir (a no ser que fuese la expresa Voluntad de Dios, de cara a bienes mayores), además de cubrir este enfoque más generoso otros muchos aspectos esenciales de la persona, los cuales quedarían sin cubrir con un enfoque hacia lo material.

Para una persona no es lo importante el tener muchas cualidades, sino cómo las aprovecha, cómo colabora en hacer el máximo bien con lo que uno tiene (y lo máximo se hace con la mejor de las intenciones).

4. Ante cualquier situación en la que nos encontremos hay que tener un objetivo constructivo, de mejorar lo que vemos. Que vaya pesando la buena intención real, sobre el aparente beneficio particular. Si hacemos lo máximo que podamos por todos los implicados, colaboraremos en hacer el bien a los demás y a nosotros. Si, por el contrario, buscamos nuestro bien y actuamos con el único objetivo de defendernos, por ejemplo, no seremos eficaces, y nos perjudicaremos al privarnos de haber hecho lo que podríamos haber hecho además de poder sufrir las consecuencias de nuestra indiferencia (que es una agresión). El único beneficio que obtendremos con una actitud defensiva será superficial (comodidad, imagen, aparente seguridad) y no real, y en definitiva nos perjudicaremos.

Si una persona hace algo que no está bien, no podemos juzgarla, ya que no sabemos las oportunidades que ha tenido al respecto, ni eso nos corresponde. El tener la buena intención de mejorar a la otra persona desde como esté, facilita el intentar comprenderla, en la medida que sea necesario, y ayudarla.

5. Ante una situación, para conseguir un bien real, tiene que haber buena intención hacia todas las personas, sin excluir a ninguna, ni ponerse de parte exclusiva de nadie. Para hacerle el bien realmente a alguien, no se puede dejar de pensar en el bien real de todas las personas. Si nos ponemos de parte sólo de una persona o grupo de personas, nos encaminaremos a su bien superficial. Si nos ponemos de parte de todo el mundo, buscando su bien de verdad (no teniendo como última finalidad los bienes materiales o temporales) intentaremos dar a cada uno aquello que realmente necesita, aquello que realmente le viene bien. Por supuesto esta actitud no es incompatible con dedicarse uno prioritariamente a un asunto, ya sea por cualidades personales por ejemplo, pero siempre sin perder la visión general y contando con derivar a las otras personas a la ayuda que necesitan. No se le hace ningún bien a nadie fomentando su odio a otra persona y dejándola con sensación de indefensión frente a las circunstancias. Se trata de beneficiar realmente a los otros, no de dejarlos complacidos superficialmente, lo cual es muy distinto y, esto último hablaría más bien de un egoísmo y falta de visión personales.

6. Hay que depurar la intención constantemente. Partir de reconocer la complejidad de los intereses particulares por los que uno puede guiar su conducta en principio. Hacer que vaya pesando la obtención de un bien real y generoso sobre los particulares intereses. Quien no es consciente de esto, de que existen particulares intereses al menos como tentación, es fácil que se deje llevar por ellos, ya sean conscientes o inconscientes.

Los intereses que podrían desviar nuestra conducta de un objetivo constructivo serían, además del beneficio económico, una necesidad de gratificación, halago o buena imagen o una necesidad de garantizar unos resultados al cien por cien, sin contar con la libertad de la persona.

La validez de una conducta no depende de unos determinados resultados sino que está más en relación con la intención, por supuesto rectificada y purificada, que la ha guiado.

7. Pasos buenos: con un buen objetivo no todo vale. Yo le recomendaría a alguien que quiera empezar con este nuevo objetivo de hacer algo por los demás, que descarte lo malo ya que la conciencia puede estar muy deformada (y el tipo de soluciones se verá en relación con lo que uno viva). Así yo le recomendaría descartar en principio lo malo y lo ilegal (de alguna forma también conduce a pretender solucionar de forma única, por supuesto de manera falsa, el propio problema): la agresión, la mentira. Si se va uno encaminando a hacer el máximo bien con su vida y va depurando la intención sin duda verá la solución de las cosas de forma muy diferente.

8. Una vez se haya hecho lo máximo con la mejor intención, hay que confiar en que se obtendrán los mejores resultados aunque no sean los que hubieran apetecido (por buenos que pareciesen ser). Pase lo que pase hay que persistir en el mismo método: la mejor intención y pasos buenos en sí mismos. No sería deseable cambiar de método para lograr unos determinados resultados ya que no es lograr un resultado aparentemente bueno sea como sea. Si uno se obsesiona con la obtención de un determinado resultado es que ahí hay un interés particular no recto (y el interés particular como objetivo imprescindible siempre llevará a bienes superficiales y no reales). No es sano no aceptar las cosas como son y saber que uno no lo puede todo, sino que siempre se puede, con la Gracia de Dios, hacer la propia parte para situarse frente a ellas de la forma más constructiva. Si se está educando a otras personas, tener en cuenta que lo que da estabilidad a la conducta es la auténtica convicción, creer en lo bueno pase lo que pase y no sólo cuando se obtenga una gratificación con ello.

9. Hay que creer en lo bueno pase lo que pase, aunque esto traiga lo que parecerían aparentes perjuicios personales. El que sólo actúa aparentemente bien mientras obtiene una gratificación terrena o mientras no se complica personalmente en absoluto con algún posible perjuicio o incomodidad, no cree en lo bueno, y sin duda no hace todo lo que puede.

10. Si una persona quiere mejorar sus actitudes tiene que comenzar a hacerlo desde la situación en la que se encuentra. La espera a que cambien las circunstancias externas para cambiar uno es un engaño a uno mismo.

(Resumen de lo anterior en http://actitudesdevidasana.blogspot.com/).

Actitudes de vida sanas

“Todo el que es de la verdad, escucha Mi Voz” (Juan 18,37)

En la salud mental intervienen muchos factores. No todos son conocidos ni susceptibles de tratamiento.

Dentro de los factores cuyo tratamiento está a nuestro alcance están las actitudes de vida de la persona.

Dentro de unas actitudes más sanas tenemos: Tener el objetivo de vida de hacer lo máximo por el bien común con nuestra vida, nuestros talentos, nuestras cualidades y nuestras limitaciones.

Cualquier objetivo parcial, hacia la familia, grupo o país, tiene que estar englobado en el anterior y nunca sobreponerse a él dado que si nos encaminamos a objetivos parciales sin tener un objetivo mayor que abarque, al menos como horizonte, a todo el mundo, inevitablemente nos encaminaremos a bienes superficiales, generalmente a la satisfacción de intereses particulares, pero no al bien auténtico de las personas objeto de nuestra atención.

El objetivo de hacer lo máximo por el bien común no se hace sin el esfuerzo de sobreponerse a los propios intereses particulares. Cuando alguien vence la dificultad inicial y da algún paso en este sentido ve realmente que es eficaz para todos y realmente llega a ver que otra cosa no tiene sentido. El camino interesado es todo lo contrario, parece muy fácil, pero luego pasa su dolorosa factura.

Hay que partir de reconocer los múltiples intereses particulares de los que está llena la mente y son comunes a todo ser humano en sus múltiples modalidades. Es fundamental el reconocerlos para poder sobreponerse a ellos y depurar así cada día más la intención. Si no se reconocen, uno está en riesgo de dejarse llevar por ellos sin darse cuenta.

Si una persona procura mejorar lo único que depende de ella misma que es hacer su parte en colaborar en hacer el bien con lo que tiene, y ante las diferentes circunstancias que le surgen (poniendo su seguridad en Dios, y en Su Palabra, Quien le manda y le permite colaborar en hacer el bien de verdad y amar de verdad), vive segura y de la forma más plenamente humana y feliz dentro de lo posible. Por el contrario, si la persona pone su seguridad en lo que hacen otras personas humanas, o en que sucedan ciertas circunstancias que pudiese considerar favorables, se está guiando por sus intereses superficiales, y por esta vía no alcanza la felicidad, viendo las circunstancias y a las personas no pensando en el bien que puede hacer, sino según sus intereses superficiales. Si uno se encamina al bien de verdad de las personas, cualquier circunstancia que pudiera surgir alrededor se vería pensando en hacer el bien, y según Dios, y no según lo que pudieran parecer intereses particulares más inmediatos; curiosamente, esto no aleja, sino todo lo contrario, a tener las necesidades materiales humanas cubiertas, y además de la mejor manera, ya que como dice Jesucristo: "Encaminaros a construir mi Reino y todo lo demás se os dará por añadidura".

ACTITUDES SALUDABLES

Wednesday, January 30, 2008

Actitudes saludables

Monday, December 13, 2004

DE 2008: MANIPULACIÓN ESTATALISTA INVASIVA

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